¿Para qué sirve la poesía? ¿Para
qué escribir poesía? ¿Tendrá, la poesía (en cuanto a uso), que servir para algo? ¿A quién le interesa
la poesía?
Llegó, a mediados de noviembre, al Centro de Congresos y Convenciones de Villa La Angostura (CCC), gente
interesada de Bariloche, San Martín de los Andes, Piedra del Águila, Neuquén y la misma Buenos Aires, a permanecer sentada por casi tres horas para escuchar
poesía. El CCC es un lugar difícil de llenar; no por la amplitud de su espacio, si no por el interés parcializado y la escasa participación de su público local, aún cuando la propuesta le resulte interesante. Cubierto por el poncho líquido de una lluvia torrencial, colmado, silencioso y atento estaba el
Centro de Congresos y Convenciones, a la espera del encuentro.
Pareciera un contrasentido el
título de la convocatoria: Poesía sin Fronteras. ¿Cómo puede detenerse al
viento?
Viento
era la poesía que en mapudungun salía de la boca de Elicura Chihuailaf. Nada
más que viento modulado para soltar belleza y avivar el fuego de los corazones
sofocados bajo la ceniza de los días grises. Elicura mismo parece un silencioso
soplo que ha pasado –tal vez único viaje- por nuestro paisaje. Médico que no
ejerció y en cambio se sumergió en la inmensidad de la palabra que él rescata
del azul del alma del hombre de la Tierra. Hálito que pasó también por las
letras de “Bío-Bío, sueño azul” para sonar en las voces de Illapu. Y que fue
traducido al alemán, croata,
francés, holandés, húngaro, inglés, italiano y sueco; y al español
cuando los versos fueron vertidos en su lengua materna y ancestral. Pasó, por
suerte, para dejarnos abiertes con “La llave que nadie perdió”.
¿Cómo oponer
frontera al viento, cuando viaja en el cuerpo de mujer de Rosabetty Muñoz,
docente, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, escritora multipremiada
en Chile, América Latina y Europa? La poética de Rosabetty Muñoz, desde la
pequeña y pintoresca Chiloé, barrió límites para posarse en México, Argentina, Venezuela, España, Polonia,
Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia y Alemania entre otros destinos. No hay
muralla que no se derribe ante sus poemas: “Ratada” o “Yo, piedra”.
“La
poesía –destaca David Añiñir (escritor mapurbe)- no
mueve montañas, pero cruza cordilleras”.
¿Para
qué escribir cualquier texto? ¿Para qué decir?
Porque
no hay nada más humano que la palabra. El hombre es flujo, estamos formados por
flujos; la palabra es el único flujo que se instala, transita y fluye de todos
nuestros estados. El físico: porque se modula en nuestro aparato fonador (boca,
dientes, lengua, cuerdas vocales); el líquido porque se nutre de nuestra
saliva; el mental, porque se origina en nuestro pensamiento; el psíquico porque
para formularse un mensaje apela a nuestras estructuras; el emocional, porque
se intenciona desde nuestros sentimientos. La palabra nos antecede y nos
trasciende.
La poesía, la literatura, la
palabra, oponen a la barbarie del odio diseminado la civilización certera del
amor enlazado en la musicalidad de las palabras para recordarnos que de viento
estamos hechos, de viento es nuestro espíritu, de viento es el Soplo Divino que
nos arrancó del barro para que nos levantemos con la condición de ser humanos.
Viviana
Núñez
Gestora Cultural Universitaria
Villa La
Angostura