sábado, 17 de agosto de 2019

Bitácora, el derrotero de un dolor. La casa que habito.


LA CASA QUE HABITO (I)

Habito una casa sin certezas ni puertas.
Soy una exiliada, migrante entre sus paredes
y no acierto a entender las nostalgias que cuelgan
en los vidrios de sus ventanas.

Sé de esta casa
que fue el abrigo de mis días de infancia.
Me imagino feliz, recorriendo el aire en sus pasillos iluminados,
sus amplias habitaciones libres.
Me imagino, porque no me recuerdo.  
¿En qué día fue el día
en que cerré sus puertas
y el sol la deshabitó?

Vuelvo, vuelvo a ella
como penitente, como deuda.
Rota, faltante, abierta,
sé que estoy aquí
y no me encuentro.

(II)

Soy la Geisha Número Seis, de Graciela[1],
y duermo[2] obediente –siempre obediente-
escondida en el amparo de las altas hierbas
 que han crecido dentro.
Me desvela el entresueño
de los trabajos impuestos
para placeres ajenos.

En esta casa que habito
enciendo lentamente los leños de la pira
donde arderán cortesías, heredades y mandatos.

Sonrío desnuda
mientras el traje de geisha se consume
y sueño mi nuevo vestido
hilado con mis ojos y mis dedos.
La única certeza que me sostiene,
la que abrirá las puertas.

ViNuCa
Angostura, 25 de julio de 2019


[1] De Cros, Graciela: “Geishas” Primer Premio de Poesía, XVIII Encuentro de Escritores Patagónicos, Puerto Madryn, 1995.
[2] La letra cursiva refiere a versos del Poema Geisha Número VI de Graciela Cros.

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